Una mesa desplegada en una plaza invita al público asistente, vecin_s y transeúntes, a sentarse por turnos y participar de una inusual once de escucha. Una situación donde el sonido inundará sus cráneos y cavidades auriculares mientras saborean una partitura de alimentos y texturas. La once es una invitación a despertar la escucha ósea e interna a través de la boca, las muelas y mandíbula, experimentando una acción performativa de crujidos, sorbos, molidos y triturados.